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Con profundo pesar comunicamos el fallecimiento de nuestro asociado por muchos años, el Profesor Víctor Quintanilla Pérez.

Con profundo pesar, la comunidad geográfica nacional comunica el fallecimiento de nuestro asociado por muchos años, el Profesor Víctor Quintanilla Pérez, ocurrido en Viña del Mar, el día 13 de noviembre, y expresar mediante estas notas sus sentidas condolencias a su familia y a los colegas de las universidades en que impartió y compartió sus conocimientos y amistad: Universidad Católica de Valparaíso, Universidad de Santiago de Chile y Universidad de Chile, el Instituto Panamericano de Geografía e Historia, la Universidad Nacional de Cuyo en Argentina y numerosos otros centros académicos de Europa y América Latina.

Víctor (o Guillermo para otros), representó personalmente la virtud geográfica de la topofilia ya que nunca dejó de habitar en la región de Valparaíso, aunque trabajó por a lo menos cuatro décadas en Santiago. Los cerros del anfiteatro porteño y viñamarino, con sus subires y bajares fueron parte de su vida, consagrada al conocimiento de una de las ramas más bellas y conmovedoras de nuestra geografía, aquella de la VIDA: la biogeografía.
Porque la biogeografía es más que una disciplina de la geografía física, para ser uno de los pilares del pensamiento ecológico dentro de ella, pero, especialmente, para sembrar el amor por la naturaleza, que antes que nada es un compromiso ligado a la trascendencia humana. Para toda la sociedad la naturaleza es el espejo de su calidad de vida y Víctor dedicó su vida entera a recorrerla, comprenderla, describirla e integrarla al saber más universal, pero además, esencialmente a compartir con ella los sufrimientos de la incomprensión y consiguiente destrucción por parte de quienes no logran o no quieren apreciar su inconmensurable valor.
Cientos de artículos, capítulos de libros y la publicación de su libro sobre biogeografía como parte de la Colección Geografía de Chile, aparecida a comienzos de los ochenta del siglo pasado, son el fiel reflejo de sus permanentes esfuerzos por compartir con todos nosotros su devoción por la naturaleza y, especialmente, su convivencia con las plantas que nos desafían en cada rincón del país con sus mensajes de adaptación a los más disímiles climas, geoformas, aguas y culturas. Su obra científica es el fruto de miles de kilómetros recorridos a pié por los áridos desiertos, las elevadas montañas, las frías estepas australes y altiplánicas, los impenetrables bosques y matorrales del centro del país.
Los geógrafos son grandes caminantes y peregrinos del mundo. Víctor realizó sistematizaciones y descripciones detalladas de las formaciones vegetales típicas del país y sus asociaciones con el medio ambiente natural y sociocultural, aportando infinitos conocimientos geográficos necesarios no sólo para la educación ciudadana, sino que también para la evaluación ambiental de proyectos y planes de desarrollo. Se apresuró en ascender con sus alumnos a los más encumbrados montes para descifrar no sólo las matrices de la vida, sino que para advertir también de las destrucciones planeadas e inadvertidas que simplifican o hacen desaparecer nuestras webs de sustento vital. No se trataba sólo de conocer, sino que de convencer a sus miles de alumnos de pre y postgrado, a sus innumerables tesistas y a la sociedad toda, de asumir la noble tarea de detener la destrucción de los bosques y matorrales, cuyas hidalguías y semblanzas las retrataba permanentemente por la lucha por la subsistencia de la palma chilena, que, como tantas otras especies de flora y fauna, se levantan porfiadamente una y otra vez, ante los castigos del fuego causado por quienes sólo le deberían tener respeto.
La palma representa también la porfía de los geógrafos chilenos por ponerse de pie después de grandes perturbaciones. Habiendo iniciado su carrera como estudiante de geografía en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, viajado a Francia (en barco, como lo hacían entonces los becados por el gobierno de ese país) para ser uno de los primeros en doctorarse en Europa, se unió al Instituto de Geografía de esa Universidad, para participar en la consolidación de uno de los centros motores de la disciplina hasta hoy, demostrando con ello la perseverancia de su aporte. Allí estaban los profesores Alberti, Caviedes, Constanzo, Figueroa, Allesch, Salinas, Peña y tantos otros, además de estudiantes destacados y luchadores permanentes por la geografía como Jorge Negrete y Pedro Guerra. Sin el esfuerzo de todos ellos, seguramente no habría germinado ni enraizado la geografía como para enfrentar los difíciles tiempos de la intervención dictatorial de la Universidad. Víctor fue expulsado de su centro nativo, como muchos otros profesores, obligados a buscar empleo fuera de su querido Valparaíso. No se advertía entonces, como tampoco ahora, que forzar una diáspora intelectual privaba a la ciudad y a la región de parte fundamental de su capital cultural, sin el cual no hay desarrollo posible.
Víctor fue invitado entonces por nuestro Premio Nacional Hugo Bodini a generar el núcleo de geografía de la Universidad de Santiago, donde realizó gran parte de su trabajo académico, sin abandonar nunca la docencia en la Universidad de Chile, donde también se mantuvo hasta el año pasado, cuando se acogió a una merecida jubilación después de más de cinco décadas de trabajo académico ininterrumpido.
Hombre de desafíos internacionales, participó en cientos de eventos en los cinco continentes, especialmente vinculado a los grupos de trabajo de la Unión Geográfica Internacional dedicados a la conservación de la naturaleza. Fue profesor invitado de numerosas universidades, participando por ello, en la formación de muchos académicos que continúan la difusión de los objetivos de su vida en instituciones del país y del extranjero. En la Conferencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sustentable o Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en 1992, se unió a la delegación chilena que acompañó al Presidente Aylwin no sólo para signar los compromisos necesarios para ser admitidos entre las naciones con conciencia ambiental, sino que también para asumir una trayectoria ineludible de institucionalización de la gestión medioambiental en Chile, que culminaría con la publicación de la respectiva Ley al año siguiente. La institucionalización ambiental chilena se había fraguado en medio de la obscuridad y persecución bajo el liderazgo de nombres tan preclaros como Adriana Hoffman, Igor Saavedra, Osvaldo Sunkel y Rafael Asenjo y en medio de los sucesivos Congresos Nacionales de Medio Ambiente a los cuáles él también aportó. Lo hizo no necesariamente mediante la presencia pública sino más bien en la tranquilidad anónima de la humildad, y muchas veces soledad, de los trabajos de los geógrafos en terreno, laboratorios o aulas.
Nos corresponde despedir a un gran geógrafo. No lo derrotó el cansancio por la docencia ni la investigación. Lo venció la geografía que no acabamos de percibir, la nanogeografía, conformada por millones de entes que miden millonésimas de milímetros y que poseen el poder suficiente para colocar entre la vida y la muerte a la totalidad de la humanidad. La geografía de lo invisible nos desafía como nunca antes para indicarnos un plano de la biogeografía actual del cual no nos hemos preocupado lo suficiente y que para muchos no es sino la representación más palpable de la ignorancia geográfica y el inmenso costo que corresponde pagar ante nuestra desidia por comprender y proteger la naturaleza.
Dura tarea nos deja el Profesor Quintanilla. Estamos seguros que sus enseñanzas perdurarán en miles (o quizás) millones de seguidores, amigos y discípulos. Nuestro mejor homenaje debe ser que lo recordaremos siempre y que guiará la continuación de la lucha de los geógrafos por una naturaleza que debe compatibilizar sus propios derechos de existencia al amparo del más valioso de los derechos humanos: el derecho a la vida.
Descansa en paz, estimado Guillermo.
Hugo Romero Aravena, Presidente de SOCHIGEO
Santiago, 14 de noviembre de 2020

«La Ciencia Geográfica de Chile y su Sociedad Científica, SOCHIGEO está de luto, se nos fue el Profesor, maestro y amigo Dr. Víctor Quintanilla Pérez! Entristece su partida a todos los docentes y estudiantes de la USACH, la PUC, la PUCV, la UMCE, la U de Chile, en las cuales dio miles de clases y formo a 5 generaciones . El mejor Fitogeografo del país , sus textos de vegetación de Chile se constituyeron en bibliografía obligatoria para todos los que estudiamos Geografía , llenos de perfiles y mapas logrados en Terrenos In Situ, pionero en los estudios ambientales y líneas de base y matrices; recorría cerros de norte a sur, de este a oeste , trabajos de campo geográficos inolvidables. Todas las generaciones estudiamos nuestra vegetación de CHILE según Quintanilla, cada área nativa que se extinguía, quedaba plasmada con tinta indeleble en sus mapas y atlas de vegetación nativa. Investigador incansable , muchas propuestas en Fondecyt obtenidas y presentadas en los Congresos nacionales e internacionales. Sus viajes eran aprendizaje permanente, no paseos , cada vegetal era asociado al suelo, tipo de clima y uso del suelo por eso contribuyó a los primeros estudios integrados ambientales con metodologías nuevas e innovadoras para el contexto Chileno desde los años 80 a la actualidad. Estarás siempre en nuestros corazones Maestro, un orgullo haber sido tu alumna tesista de magister en USACH, tu ayudante, descansa en paz, esta pandemia te llevo pero tu legado continuará. Gracias Maestro. Hasta pronto!»
Dra. Ana María Cabello Quiñones.

«Quintanilla es un nombre geográfico, construyó un peldaño del conocimiento geográfico de Chile. Mis condolencias para sus familiares y quienes lo conocieron».
Dr. Rodrigo Figueroa Sterquel
Director de SOCHIGEO