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ACTA DE TARAPACÁ PUEBLO SIN AGUA, PUEBLO MUERTO

Este lunes 4 de junio, los premios nacionales de Geografía Jorge Negrete Sepúlveda (2016) y Hugo Romero Aravena (2013), junto a otros premios nacionales de las ciencias sociales, naturales, exactas, aplicadas y tecnológicas, además de cuatro rectores, firmaron el «Acta de Tarapacá», documento que advierte sobre la necesidad de cambiar las prácticas que las sociedades han estado utilizando el agua en el Desierto de Atacama.

El Acta de Tarapacá es un llamado de atención sobre la necesidad de cambiar la manera como las sociedades humanas han venido utilizando el agua en el Desierto de Atacama. Esta declaratoria se inscribe en las proclamas mundiales, como la de la Union of Concerned Scientists y su advertencia de 1992, liderada por el premio Nobel Dr. Henry Kendall y 1.575 prominentes científicos; seguido de un segundo aviso colectivo encabezado por el Dr. William J. Ripple, en el que se insiste sobre la urgente necesidad de realizar cambios fundamentales a nuestra “Residencia en la Tierra”, como reza el poema del premio nobel de literatura Pablo Neruda, que señala metafóricamente:

El día de los desventurados, el día pálido se asoma
con un desgarrador olor frío, con sus fuerzas en gris,
sin cascabeles, goteando el alba por todas partes:
es un naufragio en el vacío, con un alrededor de llanto.

Esta Acta es una iniciativa de un grupo de científicos del proyecto Anillo SOC1405 del PIA/Conicyt que ha recibido el respaldo de premios nacionales de distintas disciplinas científicas, personeros políticos y agentes civiles.

El agua es vital en nuestro planeta y su valor es aún más evidente en el desierto más árido del mundo: el Desierto de Atacama en el norte de Chile. Hace 17.000 a 10.000 años atrás este Desierto, sin embargo, lucía completamente distinto a la actualidad, cubierto de vertientes, humedales y oasis con plantas y animales atractivos para la primera colonización humana de estos territorios.

Hoy día, las únicas fuentes de agua están restringidas a: (a) napas freáticas o subterráneas, recargadas por última vez hace 9.000 años, que han descendido varias decenas y centenas de metros bajo la superficie y (b) lluvias estacionales intermitentes en la zona andina que se vienen haciendo cada vez más escasas y erráticas. Consecuentemente, la tasa actual de extracción para fines industriales, rurales, urbanos y domésticos es insostenible. Su uso irrestricto amenaza ecosistemas claves y la sustentabilidad de más de un millón y medio de personas que representan, alrededor del 9% de la población de Chile, que habita en el norte del país y, las actividades económicas asociadas que representan el % del PIB nacional. Amenaza también la subsistencia de modos y prácticas culturales tradicionales, que incentivará aún más los procesos de abandono de territorios rurales, sobre poblamiento de áreas urbanas y marginalización de la población.

Este uso irracional también ha provocado un incremento en la toxicidad de las aguas de escorrentías y un empobrecimiento y potencial destrucción irreversible de los ecosistemas del Desierto, lo que se suma al 55% de los ambientes degradados del país, que brindan servicios ecosistémicos (Ministerio del Medio Ambiente 2013). Por ejemplo, bosques de tamarugos y algarrobos en el núcleo híper árido del Desierto de Atacama y los hábitats de flamencos y otras especies endémicas de los salares y del altiplano enfrentan una amenaza constante.

Otro de los problemas del uso del agua en Chile es la diversidad de autoridades involucradas en su administración (OCDE, 2011; Amada, 2018) y la falta de políticas públicas estrictas para regular y controlar el abuso crónico en la explotación, uso y desecho de este elemento. Por el contrario, el agua se ha transformado en un bien transable en el mercado, situación única dado que en muchos países del mundo se reconoce como un derecho humano inalienable.

Esta creciente presión sobre el recurso, el aumento en los conflictos socio ambientales, las fallas regulatorias del sistema chileno, la relación de las personas en torno al agua y los problemas que enfrenta su regulación actual en Chile, sumado al cambio climático (Aranda, 2013; Amado, 2018), apelan a la urgente necesidad de pensar, entre los más diversos agentes de la sociedad, la generación de profundos cambios culturales.

Una educación ambiental con mirada integradora de carácter interdisciplinario debería permitir revertir esta problemática que limita las posibilidades de superar y avanzar hacia un desarrollo sustentable en el tercer milenio (Amado, 2018). Esta visión antropocéntrica se remonta a más de 3.000 años de historia en la medida que las innovaciones tecnológicas introducidas en el Desierto de Atacama se han enfocado casi exclusivamente en aumentar las capacidades extractivas de este recurso.

En suma, en el Desierto de Atacama, el agua es un recurso no renovable y de acuerdo con la World Resources Institute nuestra nación aparece entre los 25 países con mayor riesgo hídrico hacia el 2040.

En consecuencia, frente a este panorama, los firmantes de esta Acta proponemos las siguientes medidas remediales:
– Declarar el problema del agua como prioridad nacional por parte del Estado de Chile.
– Establecer políticas públicas que sistemática y progresivamente reduzcan la extracción de aguas fósiles incrementando el uso de fuentes no tradicionales.
– Crear las condiciones para el desarrollo de estudios interdisciplinarios que permitan la creación de tecnologías ad-hoc de alta sustentabilidad y rentabilidad social.
– Instalar una cultura hídrica que rescate las experiencias del pasado y de los pueblos originarios, como así también el conocimiento científico y tecnológico, nacional e internacional, que se haga cargo de la precariedad y condición no renovable de este recurso.

Estas medidas podrían impedir, si aún no es demasiado tarde, que el norte de Chile se convierta en un pueblo sin agua, un pueblo muerto.

Firmado a los 31 días del mes de mayo de 2018 en la ciudad de Santiago de Chile.

Jorge Negrete Sepúlveda
Premio Nacional de Geografía 2016

Ligia Gargallo González
Premio Nacional de Ciencias Naturales 2014

Sergio González Miranda
Premio Nacional de Historia 2014

Mary Kalin-Arroyo
Premio Nacional de Ciencias 2010

Hugo Romero Aravena
Premio Nacional de Geografía 2013

Francisco Rothhammer Engel
Premio Nacional de Ciencias Naturales 2016

Jorge Hidalgo Lehuedé
Premio Nacional de Historia 2004

María Cecilia Hidalgo Tapia
Premio Nacional de Ciencias Naturales 2006

Lautaro Núñez Atencio
Premio Nacional de Historia 2002

Juan Carlos Castilla
Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas 2010

Luis Briones Morales
Premio Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural de Chile 2012

Ramón Latorre de la Cruz
Premio Nacional de Ciencias Naturales 2002

Eric Goles Chacc
Premio Nacional de Ciencias Exactas de Chile 1993

Mateo Martinic
Premio Nacional de Historia 2000

Vlado Mirosevic Verdugo
Diputado de la Región de Arica y Parinacota

Ingrid Wehr
Fundación Heinrich Böll